Loss of breath, 1832
(Una historia que no es de “Blackwood” ni lo ha sido nunca)
¡Oh, no respires!, etc.
Melodías de Moore
—¡Oh, tú, desgraciada! ¡Oh, tu, zorra! ¡Oh, tú, víbora! —le dije a mi mujer a la mañana siguiente de nuestra boda—. ¡Oh, tú, bruja! ¡Oh, tú, espanto! ¡Tú, bocazas! ¡Apestas a iniquidad!
¡Oh, tú, quintaesencia de todo lo que es abominable! Tú... tú...
En ese momento la agarré por el cuello, me puse de puntillas, y acercando mi boca a su oído estaba a punto de dirigirle un nuevo epíteto oprobioso, que inevitablemente la hubiera convencido, de haberlo podido pronunciar, de su insignificancia, cuando con gran horror y asombro descubrí que yo había perdido la respiración.
A Tale of Jerusalem, 1832
Intensos rigidam in frontem ascendere canos
passus erat...
LUGANO
Corramos hacia las murallas —dijo Abel-Phittim a Buzi-Ben-Leví y Simeón el Fariseo, el décimo día del mes de Taammuz del año del mundo tres mil novecientos cuarenta y uno—; corramos hacia las murallas que están cerca de la puerta de Benjamín, en la ciudad de David, que dominan el campamento de los incircuncisos; porque es la hora cuarta de la cuarta vela y el sol ha salido; y los idólatras, cumpliendo la promesa de Pompeyo, deben de estar esperándonos con los corderos para el sacrificio.
Simeón, Abel-Phittim y Buzi-Ben-Leví eran los gizbarims o sub-recaudadores de las ofrendas, en la santa ciudad de Jerusalén.
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© 2022 Carlos López Mendoza