Era de color rojo, el atardecer ardiente que pintaba el cielo con pinceladas de fuego. Las nubes se tornaban en tonos carmesí, como si el sol las besara con pasión antes de desaparecer en el horizonte. Bajo ese cielo incandescente, la ciudad se sumergía en una calma tensa, como si estuviera a punto de estallar en llamas.
En medio de ese paisaje crepuscular, se alzaba una casa antigua de puertas y ventanas de madera, que parecía absorber el resplandor rojizo del atardecer. En su interior, los muebles de caoba añejos y los tapices de colores oscuros conferían al lugar una atmósfera de misterio y nostalgia.
Elena, una joven de cabello azabache y ojos profundos, caminaba por los pasillos de la casa con paso cauteloso. Había heredado aquel hogar de su abuela hacía poco tiempo y aún no lograba acostumbrarse a su aura enigmática. Mientras exploraba las habitaciones, una sombra se deslizaba furtivamente por los rincones, alimentando la sensación de intriga que la envolvía.
De repente, un susurro resonó en el silencio de la casa. Elena se detuvo, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Aquel susurro parecía provenir de las paredes mismas, como si los antiguos secretos del lugar cobraran vida en la penumbra.
Intrigada, siguió el sonido hasta llegar a una puerta entreabierta en el extremo del pasillo. Empujó con cautela y se encontró ante una habitación sumida en la oscuridad, solo iluminada por el fulgor rojizo que se filtraba por las cortinas entreabiertas.
En el centro de la habitación, sobre una mesa de caoba, descansaba un libro antiguo encuadernado en piel roja. La joven se acercó con temor y curiosidad, sintiendo cómo el pulso de la casa parecía latir al ritmo de su propio corazón.
Al abrir el libro, una ráfaga de energía ancestral pareció fluir a través de sus dedos. Las páginas estaban llenas de símbolos arcanos y palabras olvidadas, como si contuvieran el conocimiento de siglos pasados. Con manos temblorosas, Elena comenzó a leer, sumergiéndose en un mundo de magia y misterio que la llevaría más allá de los límites de lo conocido.
Desde aquel atardecer rojo, la vida de Elena nunca volvería a ser la misma.