La Oscuridad Divina

En un oscuro rincón del universo, más allá de nuestra comprensión, se ocultaba una verdad aterradora. En este cuento de terror, Dios no era el ser benevolente y protector que muchos creían, sino una entidad malévola y manipuladora que se regodeaba en el sufrimiento humano.

El Dios cristiano, un ser omnipresente, omnisciente y omnipotente, había creado todo en el universo, incluyendo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Sin embargo, su primera creación, Adán, se sentía aburrido en el paraíso celestial. Por ello, el Dios decidió crear a Eva para que Adán tuviera una distracción.

En el paraíso, el Dios cristiano impuso una prohibición a Adán y Eva: no debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Sin embargo, les permitió disfrutar de los demás árboles y relacionarse con los animales que allí habitaban. Pero en la oscuridad acechaba una serpiente parlanchina, un instrumento del mal que se convirtió en el portador de la perdición.

La serpiente persuadió a Eva para que desafiara la prohibición divina y comiera del árbol prohibido. Eva, cegada por la promesa de un conocimiento más profundo, sucumbió a la tentación y ofreció el fruto prohibido a Adán. Ambos, al probar el fruto, despertaron una conciencia oscura y aprendieron a reconocer el bien y el mal. Al darse cuenta de su desnudez, se sintieron avergonzados y se cubrieron, tratando de escapar de la mirada inquisitiva del Dios.

El Dios cristiano, encolerizado al ver que se habían cubierto, comenzó a interrogar a Adán y Eva. Adán culpó a Eva, quien a su vez culpó a la serpiente parlanchina. El Dios, sediento de venganza, no tuvo piedad y los condenó a un destino cruel y despiadado.

El Dios, al darse cuenta de que Adán y Eva ahora podían alcanzar la inmortalidad si comían del Árbol de la Vida, tomó una decisión aún más perversa. Expulsó a la pareja del Paraíso y los condenó a vivir en un mundo lleno de dolor, sufrimiento y muerte. Siendo todopoderoso, sabía de antemano todo lo que sucedería en el Paraíso, incluyendo la desobediencia de Adán y Eva. Pero nunca les permitió comer del Árbol de la Vida, condenándolos a una existencia efímera y tortuosa.

La pregunta que atormenta a los supervivientes es: ¿Por qué el Dios cristiano les negó el acceso al Árbol de la Vida? ¿Cuál era su verdadera intención detrás de esta manipulación y condena? La respuesta yace oculta en las profundidades de la oscuridad divina, esperando a ser desenterrada por aquellos valientes que se atrevan a desafiarla.

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