El cuento "El gato negro" de Edgar Allan Poe empieza cuando un hombre que está apunto de morir comienza a contar la historia de su condena a muerte. Cuenta que desde pequeño le gustaban los animales y había sido tierno con ellos (sus padres le compraron muchos animales en su niñez). Se casó joven y su mujer tenía las mismas preferencias que él: en su casa tenían perros, conejos, pájaros, peces de colores y un Gato Negro muy inteligente al que el condenado a muerte quería más que a cualquier otro animal.
Su esposa era supersticiosa y medio en broma le decía que los gatos negros eran brujas metamorfoseadas. El Gato Negro se llamaba Plutón y era su favorito. Al pasar el tiempo el carácter del hombre cambia, y poco a poco, se va haciendo melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Se vuelve alcohólico y termina infligiendo violencia personal hacia su mujer en estado de ebriedad. Llega a maltratar a todos sus animales (bajo los efectos del alcohol) menos a Plutón.
Un día borracho quiere acariciar al gato, pero este, lo rechaza y lo muerde en la mano: una furia incontrolable se apodera de él y saca del bolsillo un cortaplumas mientras sujeta al animal por el cuello y le saca un ojo. Pasa el tiempo y el gato mejora (el protagonista cada día consume más alcohol). Una mañana bajo los efectos del alcohol le pasa un lazo por el pescuezo a Plutón y lo ahorca. Ese mismo día se despierta en su cuarto al grito de: ¡incendio!, y ve que las cortinas están en llamas, toda la casa está ardiendo y con dificultad logra escapar con su mujer y un sirviente.
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The Duc de L'Omlette, 1832
Y pasó al punto a un clima más fresco.
COWPER
Keats sucumbió a una crítica. ¿Quién murió de una Andrómaca?* ¡Almas innobles! El duque De L'Omelette pereció de un verderón. L'histoire en est brève. ¡Ayúdame, espíritu de Apicio!
Una jaula de oro llevó al pequeño vagabundo alado, enamorado, derretido, indolente, desde su hogar en el lejano Perú a la Chaussée d'Antin; de su regia dueña, La Bellísima, al duque De L'Omelette; y seis pares del reino transportaron el dichoso pájaro.
Aquella noche el duque debía cenar a solas. En la intimidad de su despacho reclinábase lánguidamente sobre aquella otomana por la cual había sacrificado su lealtad al pujar más que su rey en la subasta... la famosa otomana de Cadêt.
El duque hunde el rostro en la almohada. ¡Suena el reloj! Incapaz de contener sus sentimientos, su Gracia come una aceituna. En ese instante ábrese la puerta a los dulces sones de una música y, ¡oh maravilla!, el más delicado de los pájaros aparece ante el más enamorado de los hombres. Pero, ¿qué inexpresable espanto se difunde en las facciones del duque? “Horreur! — chien— Baptiste!
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